jueves, 3 de septiembre de 2009

La paradoja del cobrador en crisis

Pues hace unas semanas empecé a trabajar en una profesión con proyección de futuro: soy cobrador del frac. Con esto de la crisis el sector está en alza y mira, de paso ya tengo traje gratis para las bodas.

Esto es una situación provisional, ya que mi auténtica vocación es no trabajar. Pero bueno, de esta forma voy saliendo de la mierda y recortando los atrasos del alquiler y todas esas cosillas que las vas dejando y luego te hacen pensar en el asco que das.

La historia es que hace unos días me asignaron un nuevo "cliente". El caso es que la empresa que había hecho el encargo me sonaba y no sabía de qué. Duda que se disipó nada mas ver quién era la victima: Yo. La inmobiliaria me reclamaba unos cuantos meses de alquiler y no se qué desperfectos en el tejado por una barbacoa que hice (será verdad pero no recuerdo muy claramente esa noche)

Iba a ser duro, pero si hay una palabra que me caracteriza es PROFESIONAL. En teoría el trabajo era sencillo, ya que debido a la cercanía con la víctima tenía acceso a información privilegiada. Así que a primera hora de la mañana salí a la escalera y llamé desde el otro lado de la puerta. Tardé un poco en abrirme, porque me olía que no iba a ser una visita grata.

_ Buenos días. ¿Es usted Louito? No me conteste, creo que conozco la respuesta. Usted debe 4560€ en concepto de alquiler de inmueble y destrozos en el mismo. Sepa que puede pagar cuando quiera pero mientras tanto me tendrá a su lado en todo momento. Me presento: Me llamo Pamplín Bombín y soy su vergonzosa sombra

No se que me pasó, que yo soy de natural calmado. Puede que fuera el nombre ridículo, la chulería al hablar o que en un descuido y por la fuerza de la costumbre había atravesado el umbral de la puerta sin pedirme permiso. En fin, que así sin verlo venir me solté una guasca que me temblaron hasta las muelas.

Cuando desperté tenía más magulladuras (se ve que el lado visceral pudo más que la propia consciencia) y estaba desorientado. La típica sensación de "vaya paliza que me he dado así sin verla venir". Con las mismas me levanté y me fui a poner una denuncia. Las reacciones en la comisaría me las voy a callar. Solo decir que los cuerpos de seguridad en este pais deberían tener un poco más de respeto por los ciudadanos respetables. La ronda de reconocimiento delante del espejo me pareció bastante cruel y de mal gusto.

Ayer se hizo el juicio rápido. Estas cosas suelen tardar, pero en esta ocasión tanto el juez como los dos abogados que contraté, como todo el personal de los juzgados no querían esperar para verlo. Había venido hasta la tele. Ante la falta de testigos ajenos al caso, tras un par de rondas de preguntas y un careo en el que acabó doliendome la cabeza de tanto ponerme bizco, se dictó sentencia.

La bobada me ha salido por un pico. Aunque en un principio pensaba que esto sería pasar dinero de una mano a la otra, no conté con la factura del hospital, las costas del juicio (que al ser rápido hay que ver lo caro que sale el minuto) y la indemnización a la empresa por los días de baja causados a mí por mí

Ahora el mayor miedo que tengo es que la empresa me envíe de nuevo a cobrarme la indemnización

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