miércoles, 11 de febrero de 2009

Historieta de mi tía abuela

Hoy os voy a contar una historia que me contó mi tía abuela cuando yo era niño (unos 8 o 9 años).

Una tarde me dijo, ven Louito, que te voy a contar un cuento. Y como no echaban nada interesante en la tele pues fui. Y el cuento nunca se me olvidará, más que nada por su elocuente moraleja:

Una vez había un señor que se tenía que ir una temporada de casa, y por eso le encomendó a su mujer una tarea importantísima. Ella debería guardar una caja hasta que él regresase. Tendría aproximadamente el tamaño de una cazuela mediana. Lo más importante, le dijo, era que ella no debía abrir la caja bajo ningún concepto. Y la mujer así se lo prometió.
El hombre marchó y pasaron las semanas, y los meses. Y no había día en que la mujer no pensara en el contenido de la caja. Hasta que un mal momento la curiosidad pudo más que la promesa y la abrió. Entonces una paloma blanca salio volando y se escapó por la ventana. No volvió.

Y por eso, Louito, las mujeres no pueden ser curas.

No se a vosotros, pero a mí me parece una razón de peso.

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